martes, 23 de mayo de 2006

fruta verde

   Mientras la lluvia balancea mi alma, roza mi piel. Despierta todo sentimiento de culpa y de victimario que cierne sobre mi corazón ejecutando baladas inesperadas que logran verter de mis ojos, una vez mas, la sabia que mi corazón derrama; y si la mate fue porque así lo quizo Dios.
 
 


   Fue una tarde de otoño; de esas tardes opacas, duraderas, húmedas, y de ese otoño bañado en ciclotimia ensangrentada que no dejo por un segundo de recordarme cuanto la amo... cuanto la odio. Fue una tarde de otoño cuando las hojas muertas me pronunciaron su nombre. Me pronunciaron su vida, obra y gracia... me pronunciaron su muerte. -¡Maldito beso de labios fríos!¿como pudiste abrigar tanto a mi huérfano corazón?-. Yo la quería (extremadamente), la amaba (viciosamente) y la impugnaba eternamente por los estigmas que esta delicia impúber me hizo vivir en carne propia.
   La filantropía no acariciaba mi lógica, odiaba a cada ser vivo que deseaba vivir y maldecía a esa puta felicidad que se le presentaba de piernas abiertas a esos malditos inconcientes que nunca se preocuparon por conseguirla, pero como buena ramera con unos pocos billetes se prestara para manchar de flujos felices a esos desgraciados millonarios siempre sonrientes y bien perfumados burgueses propulsores de la nueva inquisición denominada ¨yo tengo y vos no¨ en donde ya no buscan solo judíos, la globalización nos encontró hermano y ahora persiguen a todo aquel camello viejo y cansado que quiebra su espalda día tras día por tan solo un poco de agua fresca y pasto tierno al terminar la jornada y regatear así, como la gotera (que al cabo de años va pronunciando su caída en la baldosa) un servicio oral insulso (que siempre deja con ganas) a cargo de esa maligna prostituta que se regala entera y abiertamente a los inquisidores y se castra para el resto.
   Yo, por mi parte, ni siquiera pude lamerle las botas.





La mate. Dios me lo pidió. Solo quería purificar su esencia, purgar de turbiedad su luz implacable. No recuerdo como ni cuando, solo se que la estoy llorando, llorando por ella una vez mas... ¡LLORANDO POR ELLA UNA VEZ MAS! ¡hag! ¡Basta trago amargo! Es hora de que dejes de raspar mi garganta



   Mi pecho tiembla al recibir el sagrado susurro de gotas danzantes penetradoras de carne, hueso, órganos vitales; todo es nada. La nada en el todo.